Colaboraciones externas y poesía de otros colonenses
POEMAS RAROS (12): Estrellas, de ROGELIO SINÁN
Negro Aroused /Geoge Constantine Campbell, poeta jamaiquino-panameño (Colonense)
Negro Aroused! Awakened from
The ignominious sleep of dominance!
Freedom! Off with these shackles
That torment. I left my head and scream to heaven
Freedom! Now my blood rushes through my veins
And boils up in my head at their insult.
The spirit of freedom is resurrected in me
I lift my head and cry to heaven defiance,
Freedom! Let them beat down this house,
Muscle built, stifle this screaming voice,
Let them! We are aroused!
Nota: Según el diario The Jamaican Gleaner: “…La poesía de protesta de Campbell es considerada como un elemento en la lucha de Jamaica por su Independencia de Inglaterra. Con la colaboración del autor, su libro “Primeros Poemas” fueron recogidos y publicados en 1945 por la escultora e intelectual Edna Manley. Este libro extensamente aclamado como "un hito", rompiendo completamente de las convenciones Victorianas de poesía colonial antillana. Norman Washington Manley, el cofundador de la nación de Jamaica, consideró a Campbell como "el Poeta de la Revolución ". La influencia literaria de “Primeros Poemas” ha persistido y Campbell se ha hecho una leyenda de su tiempo. El libro representa una potente mezcla de imágenes tradicionales religiosas, ideas políticas radicales y orgullo racial, que ha servido como modelo para las siguientes generaciones de poetas antillanos.
Causas (para Amy Winhouse) / Rogelio Pretto
Causas hay
para cantar,
para reir
y soñar,
para lamentar
y sufrir,
para creer
y dudar,
bailar
y dormir,
para sonreir
y suspirar,
para alentar
y disuadir.
Hay razones
para desear
y otras para negar,
para justificar
y aceptar,
para querer
y olvidar.
Hay momentos
para ver,
y otros para
ocultar
lo que por dentro
observamos,
y afuera confrontamos
y no sabemos soportar.
Garras feroces / Sonia Ehlers
Tu desafío al mirar,
águila arpía,
el filo de tus garras
atrapas al vuelo
a la paloma desprevenida.
En feroz lucha
la roja tibieza salpica su plumaje
trémula
desfallece.
Por lo menos lo tuyo,
animal de largo vuelo
es sobrevivencia,
cacería a cielo abierto de cara al día.
Aquí en mi tierra
hoy se implora justicia,
sangra bajo manos asesinas
del animal sin objetivo
que contempla,
goza
el holocausto
de siete indefensos jóvenes
en una jaula sin auxilio.
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Libro "La Sagrada Canción de la Memoria", del poeta Luis Fuentes Montenegro.
En formato PDF: La Sagrada Canción de la Memoria.pdf (155,2 kB)
Email del autor: luisfuentesmontenegro@gmail.com
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Acción y Resistencia: Raúl Leis y Ernesto Sábato o la nobleza de lo humano
Domingo, 1 de mayo de 2011. https://elqueleesedacuenta.blogspot.com/
El Malcontento: Los pioneros
de Paco Gómez Nadal, Diario La Prensa, el Martes, 26 de abril de 2011 a las 10:28
Email: paco@prensa.com
Los pioneros siempre son, en su tiempo histórico, incomprendidos. O, al menos, desconocidos, ignorados, invisibilizados cuando no estigmatizados o perseguidos por esa masa amorfa que es la opinión pública, la corriente, la moda, la estupidez al fin.
No parecía muy simpático al poder ese señor pequeñito que se empeñó en caminar y caminar para reclamar el fin del monopolio de la sal en la India y acabó con la presencia colonial.
Tampoco eran muy bien vistos los cuatro gatos que empezaron a levantar su voz contra Noriega hasta que una mayoría se atrevió a desafiar al dictador cuando ya la economía los ahorcaba.
Pelandruscas, golfas, desvergonzadas… eso eran para la mayoría de la sociedad, mujeres incluidas, las primeras sufragistas que osaron a pedir el voto femenino, la participación en igualdad de condiciones en unas sociedades que se hacían denominar democráticas aunque excluyeran a un 50% de la población. Drogadictos, degenerados, vividores... eso eran para el mainstream la mayoría de artistas del dadaísmo o del surrealismo o del “nadaismo” o del arte pop…
Ser pionero es ser rompehielos, espolón de agua en una sociedad rocosa y cortante. Pero ser pionero es ser libre, responsable, saber que hay un papel que jugar y que mirar hacia otro lado es evitarse a uno mismo. Por eso, hoy quiero homenajear a los pioneros de El Colectivo, ese grupo anónimo, pero lleno de nombres y de rostros que luchó hasta el último minuto para que no se demoliera la antigua Embajada de Estados Unidos en Panamá.
Lo hicieron con color, con humor, con reivindicaciones pintadas de rojo, de amarillo, de azul y naranja. Allá estaban ellos y ellas, y sus hijos, y sus amigos, desafiando el efecto Albrook Mall, a la lluvia, a la indolencia de la mayoría y a los jaleadores de la nueva torre de vidrio y acero que abrían páginas en Facebook y rehuían el debate a la misma velocidad que loaban la visión del millonario y desmemoriado ministro de Finanzas, Vallarino, y de su jefe que no le manda, el Presidente de la República.
Podría parecer que los pioneros fracasaron en su misión: boquetes inmensos, paredes cayendo, historia convertida en añicos… Pero no es así. Al igual que los pioneros que trataron de evitar el desastre en Bellavista o los que siguen peleando para que el Casco Antiguo no sea zurcido a una autopista sus protestas y sus gritos quedan en la memoria colectiva, construyen otra mentalidad, poco a poco van abonando jardines en los que el imaginario social se cultiva con otros objetivos, florece con otro olor, germina desde la necesidad de preservar la memoria y construir sobre ella.
Hay otra propuesta de museo a la memoria, pero la memoria ya ha sido demolida. En Panamá se habla poco del pasado. De todo el pasado. No se discute mucho sobre el modelo de paso –empobrecedor y rentista– que implantó la colonia española y perfeccionó la neocolonia gringa; casi nadie pide una comisión de la verdad en la que no solo se aclare quiénes fueron los victimarios militares sino quiénes fueron sus cómplices desde la “sociedad civil”; no hay una revisión seria sobre la invasión de los ya colonizadores ni sobre sus consecuencias en la identidad, en la forma de comportamiento o en la estructura política…
Pero El Colectivo llamó la atención sobre todo esto y sobre algo más: la necesidad de que los ciudadanos retomen las calles, sean protagonistas de su historia, le pinten en la cara a los políticos sus reclamos y sus anhelos. También sus soluciones. La protesta en la sede de la antigua Embajada de Estados Unidos no fue una de las del “no a todo”, sino que acarreaba una propuesta concreta para el edificio. Una propuesta simbólica que estos mercaderes del poder no podrán entender jamás (obtusos vendedores de un país como si fuera un predio vacío) ni tampoco prosperará, de momento, entre ese porcentaje de ciudadanos hipnotizados por la riqueza ajena y la pobreza intelectual propia.
Una de las características de un pionero es que no desfallece. Sabe que no trabaja para su momento histórico, sino para la historia. Su trabajo construye, muy lentamente, una nueva sociedad y por eso, desde acá, mi homenaje.
[El poeta colonense Imbert Vega quizá hubiera rematado el artículo con estos versos: “Me duele esta ciudad / aquí el amor se viene en ínfimos instantes / pernoctando bajo las sombras / busco abrigar mi cuerpo con los cálidos mantos del olvido”. Yo lo hago recomendando a otros pioneros, los que trabajan en silencio para que la poesía de Colón exista y se multiplique. Altamente recomendable: https://poesiacolonensecontemporanea.webnode.es
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Libro "la Fiesta del Jabalí", del poeta Rodolfo Pinzón Pereira.
En formato PDF: Pinzón La Fiesta del Jabalí pdf.pdf (2,2 MB)
Email del autor: rodolfo1427@yahoo.com
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Poema de Benjamín Ramón
PAÍS
1
De dónde este bullicio
este color de cielo que revienta
de dónde esta alegría
estos gritos
de patria y de trabajo
esta saloma que hace crecer el día
y hace crecer la vida
¿de dónde el mar,
papá,
de dónde?
2
Como hace siglos
octubre fue lluvia, inundación
y negociado
junto al fuego
y
como siempre
fue chantaje y horror
de puerta en puerta
tras la miseria
3
Qué era la patria entonces:
apenas un árbol
como semilla
aún
apenas un surco
abierto
con las uñas
a duras penas
un país
una mirada
un grito
4
A lo mejor sólo un recuerdo
de cuando
éramos domadores de fieras
o cazadores
de sueños indomables. O
de cuando llovía
y la calle un inmenso charco
roto
por mil palomas o
caballos de fuego
5
¿La patria es solo un nombre?
¿es acaso una fecha?
¿sólo cuatro paredes?
¿o el río que corre a nuestro alcance
y que crece de pronto
arrastrando
animales y miserias?
¿acaso una bandera?
¿una historia de mártires o chinos?
¿acaso una moneda?
Extraídos de la Revista de Poesía PROMETEO, nos. 81-82, 2008.
Memorias del XVIII FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE MEDELLÍN
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Homenaje a William Donadio: Proceres y Patriotas de la historia sociocultural colonense escrita
Por Raymond Grant
reman0217@aol.com
En este el mes de la patria 2010, debemos recordar que a diferencia de la independencia pacifica que obtuvo Panama de Colombia, otras guerras independentistas, fueron actos por el cual..., "no pudiendo conciliar lo que creen son sus deberes, sus derechos o sus intereses, recurren a la fuerza ....para que esta decida...en razón de la fuerza, imponer su voluntad a los demás."
Ya en la epoca Republicana de Panama, la educacion civica sirvio para pulir los sentidos de cooperación, y partiipacion solidaridad para asumir responsabilidades en la vida ciudadana. Dado lo anterior, el civismo de la historia oral, rendida por los que la vivieron, ha ido cobrando mayor importancia
Corrian los años 60 cuando los de mi generacion juvenil llegaron a conocer al Sr. William Donadio y sus logros empresariales en su exito sastreria. Para esa epoca, el sistema educativo no contaba con material didacto para profundizar en detalles sobre la historia de la ciudad de Colon. Pero poco mas de medio siglo despues, con la aparicion de obras como: Colon en los predios de la historia, (Max Salabarria Patiño) y Recuerdos del Colon que Conoci, cuyo autor William Donadio; el contenido y el interes historico Colonense fue tomando forma.
Porque la educacion continua es todo lo que aprendemos despues del colegio, vale mencionar
que la transnacionalidad de los nacionales de Panama radicados en el exterior solo limita su participacion politica en los asuntos de la nacion, no asi su participacion civica, especialmente en sus patrias chicas.
Por todo lo anterior, en este el mes de la patria, este servidor, y otros Colonenses y amigos de Colon radicados en el exterior, enviamos un abrazo caluroso a todos los que colaboraron en la organizacion y a los que participacion en lo que fue otro homenaje que tomo lugar en el Hotel Sheraton Colon, este 1 de Noviembre pasado, en honor de William Donadio y su obra “Recuerdos del Colon que conoci.
Junto con Max Salabarria Patiño y su obra Colon en los predios de la historia, William Donadio y su obra recuerdos del Colon que conoci, perfila a ambos autores como verdaderos padres y proceres de la historia socialcultural Colonense escrita. Por ellos, los Colonenses llegamos a conocer sobre una sucesiva sucesion de hechos historicos, politicos, socioculturales y de desarrollo que tomar lugar en la ciudad de Colon el siglo pasado que ellos vivieron.
Saludos a Don Max y a ti Willie en especial, en la occasion de tu homenaje en este el mes de la patria grande y chica.
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Cuento corto de Luis Pulido Ritter
Despedida en el Hotel Washington
El mozo del restaurante se acercó a la mesa con su libreta de apuntes en la mano. Por su apariencia física o, más bien, por su lentitud de caminar, daba la impresión que muy poco movimiento de clientes había habido en el hotel. Y así era. Éramos los únicos clientes en la sala, aparte de una pareja de enamorados sentados frente a la televisión prendida, una pareja que no despegaba sus ojos de la imagen de unas bailarinas de reggetón-perreo que movían rítmicamente sus acaloradas caderas al golpe monótono y grave del bum-bum. Allí, sentados, en la sala refrigerada del Hotel, a la merced y bajo el delirio de esa música de fondo, me había enterado por el mesero que el hotel estaba en proceso de venta. Mi mujer que no terminaba de acomodarse en la silla le preguntó al mesero, con mucho cuidado para no caer pesada, si era posible bajar el volumen de la televisión que, con el bum-bum, y esos titiritantes fundillos, inundaban toda la sala refrigerada de ese hotel que tenía una descolorida piscina sin agua, lámparas de lágrimas cubiertas de telarañas, lozas quebradas y levantadas por la hierba.
El mesero apuntó lo que pedimos en su libreta escolar: dos corvinas, patacones y ensalada. Estábamos en la costa del Caribe y mi mujer quería algo caribeño, aunque sabíamos que la corvina y los patacones se comían en todo el país. No había restaurante, fonda y mercado que no ofreciera ese menú. Y diciendo permiso el mesero se retiró de nuestra mesa y le preguntó a una pareja, que no estaba muy lejos de nosotros y que estaba exorcisada con las contorsiones sexuales-musculares de esas jovencita en la televisión, si no les molestaba que se bajara el volumen del aparato que colgaba del techo con unas cadenas que lo aseguraban e inmortalizaban en su posición contra robos, secuestros y desplazamientos improvisados. Con un leve movimiento de hombros, el hombre dio a entender que podía hacerlo. Y mi mujer terminó sentándose en la silla con más comodidad. Ella ya se había puesto el abrigo de lana sobre su camiseta veraniega de hombros. Se le ocurrió entonces preguntarle al mesero si era posible también bajar la temperatura del aire acondicionado, pero le dije que eso sí era imposible pedirlo. Uno, en verdad, le dije mirando hacia el patio interior del hotel, puede preguntar sobre todo, incluso, que te presten plata para comprar cervezas. Pero es imposible que bajen la temperatura del aire acondicionado. Ese aparato se prende o se apaga. No se regula.
Mi mujer se acurrucó en su abrigo de lana al darse cuenta que esa pregunta estaba fuera de lugar, no procedia en ese medio tropical refrigerado, donde las temperaturas naturales o artificiales pendulan entre la humedad caloriente y el frío. Y mientras esperábamos nuestro pedido mi mujer me preguntó por qué miraba tanto hacia el patio interior del hotel y yo solamente trataba de ubicar la mesa donde, hacía muchos años atrás, nos habíamos sentado mi madre, mi hermano y yo. Entonces, así lo recuerdo yo, las olas nos salpicaban cuando se estrellaban contra el rompeolas del hotel. Desde allí veíamos en la noche los barcos entrando o saliendo por la boca Atlántica del Canal de Panamá o esperando su turno flotando en el mar como si estuviesen durmiendo. No habia la sala refrigerada, tampoco la televisión, ni mucho menos el bendito reggetón-perreo..
Mi madre quería algo especial para esa despedida, que estuviera fuera de lo común, y viajamos al Hotel Washington para comer una corvina al lado de ese mar, sí, esa corvina que también era la base del ceviche, pescado frío cocinado en frío, preparado con cebolla, un diente de ajo y un ají chombo para darle más picante. Sabíamos, en verdad, que la corvina no era nada extraordinario, pero era nuestro pescado preferido. En mi infancia, para los carnavales, nos hartábamos en corvina frita preparados por aquellas mujeres negras con turbantes en la cabeza en el Marañón y Calidonia que, con sus largos cucharones, removían el pescado ahogado en aceite hirviendo. Y con mi padre, asiduo visitante de la Puñalada, pedíamos siempre corvina.
Con mi mujer, en efecto, había tomado el tren desde la Ciudad de Panamá y como siempre para mí fue hermosísimo ver ese paisaje tropical, selvático, que se extendía a lo largo y ancho del Canal. Antes de venir a este país, me dijo mi mujer, me había imaginado que el Canal cruzaba el desierto como en Suez. Y yo iba otra vez a esa ciudad de Colón que, desde mi infancia, recordaba como la ciudad más bonita de Panamá con sus anchos y largos balcones, con su gente que hablaba en inglés y en inglés creól. No había para mí mayor aventura que montarme en aquel tren que me llevaba al Atlántico caribeño a tan solo una hora de distancia, cruzando la selva. Sí, desde que era un niño, yo sentía el corredor citadino que unía los barrios populares de Panamá, Calidonia y Marañón, con Colón, donde era tremendamente feliz escuchando el creól inglés, y confundiéndome con ese especial rítmo de la gente que inundaba toda mi vida con el sabor y el olor de la comida criolla, caribeña.
Y en aquella noche en el Hotel Washington, mi madre dijo:.
'Si me voy es por ustedes. Tengo que seguir estudiando. Cuando regrese todo va a ser mejor'.
Ya sabíamos que nuestra madre saldría para París. Solo faltaban dos días. Como ella nos los hizo saber, viviríamos en la casa de mi abuela y nada nos faltaría. Mi hermano y yo también habíamos recibido nuestras corvinas. Él era cinco años menor que yo y los codos de sus brazos apenas llegaban al borde de la mesa y las puntas de sus pies acariciaban el piso muy finamente.
'No hay de qué preocuparse. El tiempo pasa rápido'.
En eso ella miró a mi hermano que no terminaba de coger los cubiertos para comer. Mis brazos los tenía apoyados sobre mis muslos.
'Ya ustedes están grandes, siguió diciendo sin quitarle la mirada a mi hermano. Y tú ya eres un hombrecito, sí, un hombrecito'.
Esa es la única cena que recuerdo con mi madre. Seguramente habíamos comido muchas veces juntos, pero esa cena frente al mar del Caribe, con las corvinas bajos nuestros ojos, enterró en el olvido las otras cenas que se pudieron haber dado, al igual que no recuerdo un solo momento de felicidad familiar antes de la separación de mis padres. Los gritos, los golpes, las pateadas de puertas borraron por completo de la memoria lo que podía observar en algunas fotos, instantes de risa o felicidad familiar detrás de la cámara fotográfica. Pero al ver esas fotos no me reconocía en ellas, no podía encontrar el sustento real de esas imágenes en mi memoria ocupada por un campo desolado, oscuro y borrado. No recuerdo un solo beso entre mis padres, un solo abrazo, una sola caricia. No recuerdo ninguna navidad familiar, a pesar que hay fotos que la atestiguan. Y sentado en la sala refrigerada mirando hacia el patio interior, recordaba el mal humor de ella, su impaciencia con respecto a nosotros, sus regaños por no sostener bien el cuchillo o los tenedores y, sobre todo, recuerdo la pierna temblorosa de mi hermano bajo la mesa.
'Pueden terminar de comerse las corvinas ', dijo mi madre dejando la servilleta de tela sobre la mesa
Nosotros prácticamente no habíamos comido nada.
Ya habían pasado treinta años de aquella despedida en el Hotel Washington. Me levanté de la mesa y salí de la sala refrigerada. Mi mujer me preguntó si no tenía paciencia para esperar la corvina y le dije que solo quería calentarme en el patio. Quise explicarle qué estaba recordando, pero, como algunas veces, no podía expresar algunos eventos familiares, no por considerarlo privados, sino porque no sabía cómo ordenarlos en mi vida, el lugar que tenían y las consecuencias en mí..
La historia familiar es como una sombra, imposible de cubrirla con nuestro cuerpo, inasible. Mi mujer detrás de mis espaldas me dijo que las corvinas estaban por venir, formulación que no dejó de causarme risa, aunque ya no tenía muchas ganas de estar en el restaurante del hotel. Caminé, sin embargo, hacia el patio interior del mismo, tratando por no sé qué obsesión de encontrar el lugar exacto dónde nos habíamos sentado aquella vez. Era como violentar el pasado, tratar de ganarle una partida a los recuerdos enterrados y desterrados, aunque las corvinas estuvieran por llegar a la mesa.
'Pero, ¿qué te pasa?', dijo mi mujer detrás de mis espaldas. '¿Qué haces allí parado mirando hacia el piso? Ya las corvinas están en la mesa. Van a enfriarse'.
'¿Ya están en la mesa?'.
Entonces, creyendo estar en el lugar que había estado treinta años atrás con mi madre y mi hermano, miré a mi mujer pensado que aquella noche había dejado la corvina entera sobre el plato.
'¿Qué te pasa?', siguió diciendo ella.
'Nada, solo me estoy mordiendo los dientes'.
'¿Qué?'
'Sí, como hace treinta años atrás'.
Levanté la mirada de la mesa y comenzó a suceder lo que más extraño de mi tierra, aparte de las corvinas: caía un tremendo aguacero.
Luis Pulido Ritter: luispulidoritter@gmx.net
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Poema de Enrique Jaramillo Levi
NUESTRO AMOR
Nuestro amor es fluido, poroso, absorbente;
su continuidad cambiante es propia
del paulatino fervor de su desarrollo:
un día es sublime y otro, sin previo aviso,
la mismísima pasión encarnada.
Nuestro amor no es, como pensé al principio,
un invento de los dioses porque les caíamos
simpáticos o debido a que quisieran ayudarnos
al ver que desde hacía mucho tiempo cada quién,
encerrado en su concha, no era feliz.
Nuestro amor es un fruto dulce que nace
de ambos, y de las entrañas de sí mismo
porque es la nuez de nuestra propia obra
forjada por años de imaginación y querencia
y necesidad y determinación inexpugnables.
Nuestro amor somos tú y yo amándonos
en el virtuosismo de la pasión,
en la carnalidad de lo más sublime.
Una sola cadencia pensándose,
un mismo deseo encarnando.
Enrique Jaramillo Levy: henryjaramillolevi@gmail.com
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¿Porqué la Historia?
por Jorge Luis Macías, docente universitario
Es el título de la obra didáctica del español, Manuel Tuñón de Lara. Demuestra a lo largo de ella, la necesidad de la Historia como parte esencial de la vida humana. Esto se entiende en la medida en que se comprende que el quehacer histórico es consustancial a la existencia del hombre. En efecto, no puede haber conjunto social humano, que se edifique desde lo metafísico, sino en virtud del acontecer real y cultural.La Historia nos lleva a aprehender el pasado con todas sus contradicciones de manera que el presente sea entendido en toda su extensión, porque no hay presente que no tenga su pasado y desde luego, pasado que no tenga su presente. Precisamente el rol de la Historia es dinamizar el pretérito, es observar su contenido, es analizarlo, reflexionarlo y comprenderlo. Es en suma un papel revelador de lo subyacente que muchas veces aparece sumergido con alguna intención. La Historia conduce al fortalecimiento de valores, al desarrollo del espíritu de solidaridad humana, pero además a la cohesión del sentido de pertenencia. Porque es claro que se quiere lo que se conoce, se aprecia lo que es parte nuestra y se defiende lo que se comprende. La Historia ha sido permanentemente la maestra de los pueblos.
No obstante, lo anterior, es un hecho cierto que tenemos una pobrísima conciencia histórica, y consecuencialmente una atrofiada conciencia nacional, la cual tiene su sustento sobre el conocimiento histórico. En ese sentido, hay una manifestación expresa de retraso de ese conocimiento, con las derivaciones propias de un actuar improductivo. Nuestros jóvenes poco saben sobre lo ocurrido, lo cual no les permite hacer las valoraciones respectivas. Poseen un presente de confusión, sin una clara visión del proceso de construcción del país y de los aportes realizados por los hombres, mujeres y por la propia colectividad en ese empeño edificador. En este déficit hay factores bien identificados.
El Centro Regional Universitario de Colón-por ejemplo-constituye un referente importante para la historia local y nacional. Sus edificios de madera que datan de 1929, albergaron la escuela primaria y secundaria de la comunidad de Rainbow City, hoy conocida como Arco Iris, regentadas por los norteamericanos. Allí asistieron los hijos de los trabajadores del canal. Esas infraestructuras que contienen todo un pasado histórico, que revela la otrora presencia estadounidense en el país, actualmente en condiciones precarias, deben ser conservadas como un testimonio vívido de esa presencia, pero además como un ejemplo de la descolonización, pues producto de la reintegración de bienes a Panamá, obtenidos por los Tratados Torrijos-Carter, el CRU de Colón fue la primera institución nacional, en ocupar en la llamada “Zona del Canal”, edificios revertidos. Para los colonenses, estas infraestructuras deben constituirse en elementos distintivos de la panameñidad, la cual se forja con la suma de los actos protagónicos y con el hacer cotidiano y responsable de la población. Precisamente por lo que representan esos edificios, el esfuerzo conjunto de gobierno, empresa privada y la propia comunidad, deben hacerse para mantenerlos en pie. Desafortunadamente han comenzado a surgir voces a lo interno del CRUC-aunque tímidas-que parecieran propugnar por la desaparición de los mismos. El argumento esgrimido es que por su mala condición deben ser demolidos. Si así fuera, ningún sentido tendrían las políticas de conservación de las estructuras históricas. Es tanto como decir que por vetustas, debían desaparecer las ruinas de Portobelo, de Panamá La Vieja o el Arco Chato. Para quienes, demoler es mejor que conservar lo nuestro, cobra vigencia el planteamiento de un intelectual mexicano quien sostenía: “Hay que transmitirle a las nuevas generaciones el pasado con toda su autenticidad”.
Prof. Jorge Luis Macías
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Cuatro poemas de David E. Ng Chong
David E. Ng Chong nació en Panamá, Ciudad, 1985.
De ascendencia china y viviendo en Panamá fusiona ambas culturas en lo
que considera su 'casi poesía'.
Vínculo personal: https://davidenriqueng.wordpress.com
Única obra publicada versión artesanal:
Casi Veinticinco Poemas, Edición del autor, 2010.
17.
Lector,
Olvidaste en tu búsqueda
conocer la belleza
degustar la flor…
- Has perdido la vida –
18.
Con el silencio
surco la palabra
con el vacío
luego la consulto
todo y nada
iluminan en el culto
de conseguir
la música que labra.
19.
Ayer pensaba en el mañana,
de tanto pensar en él
se hizo
y aún seguía pensando
en el ayer.
¿Para qué tantos tiempos
si sólo existe el presente?
20.
El mejor poema
de cualquier voz
es decir te amo. -En serio-
David E. Ng Chong: davidng_1611@yahoo.com